Sé que los que solo seguís este blog vereís un salto en el número de la reseña, por lo que creo conveniente informar que han habido dos reseñas más en redes sociales que, por no encontrarse dentro de las motivaciones que me llevaron a crear esta página, no he publicado aquí. Sería, por un lado, la trilogía de fantasía oscura Acto de Venganza que se publicó en el blog donde colaboro (grupo underground) y la obra de Miki SanVal Y si mañana en diversos grupos literarios.
La razón que me trae hoy a reseñar este cuento no es otra que el aniversario del nacimiento del escritor francés Charles Perrault allá por el año de 1628 que, efectivamente, dista mucho del mis entradas decimonónicas. Sin embargo, siempre hay un punto que ata el pasado, o el presente, con el siglo XIX. En este caso sería la doble adaptación del cuento: primero la de Perrault y segundo la de los hermanos Grimm en el año 1812.
Introducción
Caperucita Roja es una niña que quería mucho a su abuelita; un día su madre le da una cesta con comida para que se la lleve a la abuelita, que está enferma y vive en una casa algo lejos de ellas. En el camino se encuentra con el Lobo Feroz que la reta a una carrera hasta la casa de la abuelita. El Lobo conoce dos caminos, el largo y el corto; engaña a Caperucita Roja diciéndole que tome el corto y que él tomaría el largo; astutamente, le enseña los caminos al revés y Caperucita Roja, sin saberlo, va por el camino largo.

Historia
De todos los cuentos que nos ha legado la edad media, Caperucita roja creo que es el que más cambios ha sufrido y el que más generaciones ha conmovido.
El primer autor que rescata el argumento es Charles Perrault, que lo extrae de varias leyendas del norte de Europa y lo transforma en cuento para incluirlo en su antología de historias populares publicada a finales del siglo XVII, quitándole ya algunas connotaciones censuradas en aquella época y eliminando todo lo que no mostrara a Caperucita como una niña pura, inocente e ingénua. Aún así, el cuento de Perrault sigue siendo cruel y despiadado teniendo, además, algo que no suelen tener los cuentos para niños: un final horrible.
Más tarde, en 1812, los hermanos Grimm reescriben la historia, inventando para ella un final más aceptable y acorde con la época. De hecho, el final que incorporan es el de una novela romántica escrita por el alemán Johan Ludwig Tieck. Lo copiaron literalmente, con leñador y todo, y lo insertaron al final del cuento.
Desde entonces no ha sufrido demasiados cambios, salvo algunas licencias de nuevas ediciones que quieren darle un toque personal.
Charles Perrault
En 1697 publicó Charles Perrault el libro al que debe su celebridad: Historias y relatos de antaño. Cuentos de mi tía Ansarona. Pensando que era poco serio que la obra apareciera con su nombre, publicó con el de su hijo esta colección de cuentos en verso y en prosa, nacida con la modesta pretensión de divertir a los muchachos, pero que, gracias a su feliz ingenuidad y su sabroso y sencillo estilo, estaba destinada a conquistar al público europeo y a tener un número prodigioso de ediciones, así como a captar la atención y exaltar la fantasía de escritores como los hermanos Grimm, Ludwig Tieck y Maurice Maeterlinck, que hicieron de ella transcripciones y arreglos.

(París, 1628 – id., 1703) Escritor francés. Cultivó la poesía galante y fue protegido por el ministro Colbert, gracias al cual ingresó en la Academia Francesa (1671). Su poema El siglo de Luis el Grande (1687) reavivó la «querella de los antiguos y los modernos», y para sostener su tesis, favorable a los escritores modernos, escribió Comparación entre antiguos y modernos (1688-1697) y Los hombres ilustres que han surgido en Francia durante el siglo XVII (1696-1700). Es autor de una recopilación de cuentos infantiles titulada Historias y relatos de antaño (1697), que le valieron una gran celebridad póstuma.
La edición original contenía ocho cuentos: La bella durmiente del bosque, Caperucita Roja, Barba Azul, El Gato con Botas, Las hadas, Cenicienta o el pequeño zapato de cristal, Riquete el del copete y Pulgarcito. En posteriores ediciones se añadieron otros tres: La paciencia de Griselda, Los deseos ridículos y Piel de Asno. Ninguna era una historia original – algunos habían sido compilados anteriormente por el escritor napolitano Giambattista Basile –, pero Perrault fue el primero que les dio una forma canónica y, además, suavizó muchos detalles que originalmente eran bastante macabros. Eso se debía a que el propósito de los cuentos populares era dar una lección moral o advertir sobre un peligro – por ejemplo, de fiarse de los extraños como hace Caperucita Roja – pero a menudo lo hacían de forma extrema y ciertamente no apta para niños.

El Gato con Botas, a pesar de las trastadas que pueda cometer en la versión canónica, era mucho más ingrato en la historia original y usaba cualquier ocasión para aprovecharse de la gente. Hasta la versión de los hermanos Grimm, el lobo no solo se comía a la abuela de Caperucita sino también a la niña; Perrault mantuvo este final dramático, pero eliminó un detalle aún más macabro: antes de devorar a Caperucita, le servía para cenar un plato de carne de su abuela. Y aunque hoy se pueda criticar que el príncipe de La Bella Durmiente la bese estando ella dormida, el cuento original era mucho peor: un rey la violaba y la dejaba embarazada, ella daba a luz a dos hijos y, cuando la esposa del rey lo descubría, ordenaba que los niños – que a saber qué culpa tenían de semejante embrollo – fueran descuartizados y servidos a su marido para comer.
Perrault quiso hacer versiones menos sangrientas pero que distan mucho de poder considerarse “para todos los públicos”, aunque en su época fueran contadas a los niños. En los Cuentos de Mamá Ganso, Caperucita es igualmente devorada y, aunque la bella durmiente se salva de la violación y despierta por sí misma, sus hijos siguen corriendo el peligro de acabar en una olla debido a los celos que siente la madre del príncipe hacia su nuera.
Opinión
En esta ocasión tengo que ofrecer dos opiniones: por un lado, lo que me aporta este cuento y su historia una vez leído y casi estudiado; y, por otro lado, una versión preciosa que compré el año pasado para mi hija y que casi le tengo yo más aprecio que ella…
Es difícil dar una opinión sin situarnos en las épocas en las que se fue adaptando este cuento, pero sí hay algo común a todas a ellas: advertir a los niños de los peligros que supone andar con extraños. Sin embargo, aquí no hablamos de niños, sino de niñas que en aquella época podían sufrir no solo el daño físico que produce un golpe, sino el que un hombre podía provocarle arrebatándole su inocencia.
Después pasó a representar los peligros y amenazas que podían sufrir tras las murallas donde asesinos, ladrones y asaltantes merodeaban los caminos con toda impunidad. De ahí que este cuento intente advertir a los más pequeños de los peligros del mundo exterior.
Hay una copla que contiene y refleja perfectamente la moraleja de este cuento medieval que ha llegado hasta nuestros días:
La niña bonita, la que no lo sea, que a todas alcanza este moraleja. Mucho miedo, mucho, al lobo le tenga que a veces es joven y de buena presencia, de palabras dulces y grandes promesas, tan pronto olvidadas como fueron hechas.

La otra opinión es para la edición tan bonita que os muestro a la izquierda. Se trata de una edición cuyo texto es de la célebre escritora Beatrix Potter, quien creó los adorables conejitos que vivían decenas de aventuras: Peter Rabbit. Aunque reconozco que yo era más de sus hermanas pequeñas, las trillizas Colita de algodón, Pitusa y Pelusa…
Las ilustraciones son de Helen Oxenbury conocida ilustradora británica que ha sido la creadora de una colección de cuentos exquisitos.
Os dejo la descripción de la editorial porque me parece perfecta:
Una niña, un lobo, una caperucita roja. El cuento tradicional contado por dos magistrales escritoras e ilustradoras británicas: Beatrix Potter y Helen Oxenbury. Hace más de un siglo que Beatrix Potter escribió esta adaptación del clásico cuento de Charles Perrault, pero hemos tenido que esperar hasta ahora para verlo por primera vez ilustrada. Potter ensalza la cruda y maravillosa maldad del cuento de Perrault poniendo en primer plano al lobo, ese personaje vil y ruin pero que gracias al talento de Potter rebosa tanto humor como maldad. Las ilustraciones de Oxenbury dotan de mayor realidad al cuento, ya que trasladan totalmente al lector a la campiña inglesa que tan bien describe Potter, con sus prados de flores silvestres, sus arboledas de abedules y sus huertos. Y aunque el final del cuento no es tan dulce como el que muchos recordamos, Oxenbury nos deleita con una última ilustración que deja volar la imaginación a aquellos aprensivos y los remilgados que gusten de un final alternativo.
Fuentes:
- biografiasyvidas.com
- Cuentos clásicos para conocerte mejor, Jorge Bucay
- nationalgeographic.com
- cervantesvirtual.es
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