Muy agradecida a la Revista Vaulderie por dejarme participar, una vez más, con uno de mis relatos.
POR MIREIA GIMÉNEZ HIGÓN
No es que no me guste mi trabajo, de hecho, es todo lo que tengo desde que un desafortunado incidente con mi anterior jefe hizo que tomara las riendas de mi vida. Podría decir de mi humilde persona que no soy tan humilde y que mi trabajo en la tierra perdurará por la eternidad, aún más cuando quieran olvidarme. Me gustaría contarles un caso que me sucedió hace ya algunos años y que, quizás, hará de sus mentes curiosas el marco perfecto para comprender cuán importante soy.
Mi cliente, por llamarlo de algún modo, comprobó por última vez su reloj de bolsillo, una exquisita pieza dorada que había pasado por tercera vez de generación. Perteneció en primera instancia a su abuelo, cuyo rostro presenciaba el gran salón preso de la inmortalidad que suponen los grandes lienzos. A la diestra se encontraba otro cuadro de dimensiones similares…
Ver la entrada original 4.948 palabras más
Deja una respuesta