LA VUELTA A ESPAÑA EN 80 LEYENDAS, es una sección en la que recorremos juntos todas y cada uno de las leyendas y grandes narraciones que acontecieron en tiempos remotos de nuestra historia. Una España repleta de grandes gestas, de mitos, de cuentos y pergaminos.
Hoy: El barbero de Valencia. Leyenda nº15

“Corrían los años setenta del pasado siglo. Yo solía visitar a un amigo de mis padres, el jurisconsulto Manuel Marqués Segarra quien poseía, en su casa de la plaza del Conde de Carlet, una nutrida biblioteca sobre historia local y derecho valenciano, de hecho Marqués había escrito dos obras sobre derecho foral valenciano y también sobre poesía, además de bastantes artículos en revistas y publicaciones especializadas. Pertenecía al círculo humanista formado por amigos como Pedro de Valencia, Genaro Lahuerta, Domínguez Barberá, Rafael Duyos, Carreres Zacarés o Gil y Calpe, y era un entusiasta de la poesía de Garcilaso y Boscán. En mis visitas siempre hablábamos de arte, de historia y, sobre todo, de libros antiguos. Yo sentía curiosidad por aquellos antiguos que engrosaban su colección, los que principalmente se hallaban repartidos entre su despacho y una habitación forrada de estanterías. Marqués, por entonces, rondaba los 70 años, no tenía hijos y vivía con su hermana Josefina que, recuerdo, era algo mayor. Un día me manifestó que le preocupaba dónde irían a para sus libros. Yo le comenté mi deseo de comprarlos pero pagándolos poco a poco ya que mi economía era limitada. Así sucedió. En cada visita separaba unas cuantas obras que el bibliófilo valoraba –tengo que confesar a un buen precio– y acompañado de Rafa, mi hijo, cargábamos las bolsas y cajas de cartón con destino a casa. Así, en el transcurso de dos o tres años, fui adquiriendo casi toda la biblioteca. Digo casi toda porque Marqués Segarra llegó a vender a un librero madrileño los libros más importantes y caros, los que yo no podía adquirir en esos momentos. Fui testigo a pesar de no mirar.
Manuel Marqués escribió varios artículos en el Almanaque de las Provincias de los años 60. A mí ya me llamó la atención el referente a 1966 cuyo artículo tituló Cosas de la Valencia ochocentista, unas noticias aportadas en un diario manuscrito por un tal Pablo Carsí, obra que decía haber adquirido en los últimos años. Un día le pregunté por él y me dijo que sí, lo tenía, y que era una obra curiosa por la cantidad de datos que incluía sobre Valencia. Me lo mostró. Ávidamente me dispuse a ojearlo viendo que, efectivamente, se trataba de un dietario de carácter popular, escrito por alguien que quiso anotar una parte de las historias que había vivido en nuestra ciudad. Me llamó la atención la extensa portada que ocupaba toda la primera página: Año de 1800. Cosas particulares, usos y costumbres de Valencia todo son cosas que he visto yo, Pablo Carsí y Gil, para después detallar otras curiosidades que se hallaban en el manuscrito”.
De este modo comenzaba la lectura que aquel día tenía entre manos, no era por razones de obligado cumplimiento, sino más bien, por el mero hecho del disfrute de letras y textos. Soy persona curiosa, pero jamás creí encontrar entre aquellos escritos una historia real, en mi propia ciudad natal, en las calles que de joven pateaba portando carretillas de frutas y verduras que mi madre mandara repartir desde el maravilloso Mercado al que llaman Central.
Y, así, entre aquellas hojas manuscritas descubrí que hubo en siglos pasados: «…en la calle de Serrageros hay un corral que tiene puerta a la calle, que al otro lado y saliendo por el mismo una taberna abría sus puertas en la calle que llaman de la Pellería y que todo formaba una única casa. Encima de aquella puerta había tres cabezas de piedra de hombre de las que se cuenta que en otros tiempos había una barbería, y que los que entraban a afeitarse los mataban y robaban, y otros añaden que en la otra casa había una pastelería, y metían en los pasteles carne humana de aquellos que mataban».
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